Esa misma noche me reuní con mis amigos, todo un grupo de aventureros, para nuestra noche de juegos semanal. Como de costumbre, no lográbamos decidir a qué jugar. Y mientras mi amiga Nina examinaba los estantes de juegos, se topó con el misterioso artefacto. «Eh, Tom, ¿qué clase de juego es este?», me preguntó con sarcasmo. Cogió el dispositivo y empezó a darle vueltas, intentando abrirlo. Justo cuando iba a contarles la historia del anciano, oímos un click y el dibujo del centro empezó a iluminarse. Todos nos asustamos; a Nina casi se le cae el artefacto de las manos, pero lo agarró justo a tiempo. El brillo se volvió más intenso y, antes de que pudiéramos percatarnos, una luz brillante había envuelto toda la habitación.
Cuando la luz se desvaneció, nos encontrábamos en un lugar totalmente distinto, aunque, curiosamente, nos resultaba familiar. Y entonces me di cuenta: ¡el dispositivo nos había transportado a uno de mis juegos de mesa! Al principio, todos entramos en pánico. «¿Qué ocurre?» «¿Dónde estamos?» «¿Qué es eso? ¿Un dinosaurio?». Nos calmamos cuando nos dimos cuenta de que, si el dispositivo nos había traído aquí, también podría llevarnos de vuelta.